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Libertad financiera: debería estar exultante, pero no.

    Mi historia profesional comienza como la de tanta gente.

    Termino estudios en el año 94, procesos de selección, en muchos casos humillantes. Primeros trabajos en pequeñas empresas con serios problemas financieros. La nómina a fin de mes no era algo ni estable ni garantizado. Primeras lecciones de que no sólo hay que valer y saber venderse: también hay que elegir con cuidado a tus «compradores».

    Finalmente en el 96 ficho por una multinacional con músculo real y proyectos importantes. Me involucro poco a poco cada vez más. Me encanta, todos cuentan conmigo, soy útil y reconocido. Me compensa las jornadas interminables. Llamadas a horas intempestivas. Noches sin dormir. Y lo peor también lo acepto: los caprichos del jefe de turno, las ineficiencias burocráticas y lidiar con el lastre de la mediocridad.

    A los 42 llega el divorcio y me abre los ojos. Me doy cuenta de que no puedo seguir así hasta los 67. La vida es más, mucho más que el trabajo. Empiezo a acariciar la idea de una vida sin trabajar, tiempo para mí y los míos. Elaboro un plan de inversión. Objetivo: una retirada gradual a partir de los 55. Así, en abstracto

    Hace dos meses, la empresa me ofrece una baja incentivada: Lo tomas y te vas… o lo dejas y sigues dentro. Hago cuentas: Entre la indemnización y mis ingresos pasivos, ya soy «financieramente independiente».

    En cuestión de pocas semanas, estoy fuera: No más reuniones, no más Teams, no más correos, no más discusiones. Radical, de pronto lo que era un plan «abstracto» se ha concretado: Ya no necesito trabajar para tener dinero y vivir holgadamente.

    Debería estar exultante. Tengo tiempo para todas mis aficiones. Ya no hay prisas ni agobios. Mi entorno me dice que tengo mucho mejor aspecto. Pero no, algo me come por dentro. La gente me pregunta que cuál es mi plan ahora, y les digo «deporte, viajar, música y vivir más despacio» pero siento que eso no me va a llenar, que no es útil para nadie y que no estoy a la altura del privilegio que se me ha concedido.

    Son mis primeras semanas. ¿Este «comecome» es temporal por falta de adaptación a la libertad financiera? El tiempo lo dirá, pero no me gustaría seguir sintiéndome así mucho más tiempo, siento inquietud y quiero aprovechar esa energía ahora que todavía soy «joven» pero ¿cómo hacerlo sin volver al mundo del trabajo profesional y lo que supone?

    Artículo escrito por: Anónimo.

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